Anotació

Dudar de las ventajas y utilidades de la lectura, no puede ser efecto sino de una ignorancia grosera, de una estupidéz brutal, ó de &c.

muestras

Nota: Estos cinco grados de Letra, son los que ha abierto y fundido el Hermano Fr. Joachin de la Soledad, hasta el presente año de 1799, y se hallan en el Obrador del Convento de PP. Carmelitas Descalzos de Barcelona.

 

 

Dudar de las ventajas y utilidades de la lectura, no puede ser efecto sino de una ignorancia grosera, de una estupidéz brutal, ó de &c.

En efecto, este noble exercicio es para el alma, lo que el alimento para el cuerpo; porque la nutre, y la fortifica extendiendo sus idéas y sus conocimientos.

Este fue el motivo de una respuesta ingeniosa que el Duque de Vivona dió à Luis XIV. Habiendole este Príncipe preguntado en cierta ocasion, ¿de qué le servian todas sus lecturas? Señor, le respondió, las lecturas aprovechan à mi alma, tanto como las perdices de V. M. á mis carrillos. La vida del alma consiste efectivamente en el pensamiento; y no hai cosa mas propia para sostener, animar, y dirigir este, que la freqüente lectura; en prueba de la qual alego la experiencia de todos los que son verdaderamente aficionados à ella.

Es tambien de notar que el amor à la lectura ha sido siempre la pasion de los grandes hombres. Leemos que Aristoteles alimentaba su espíritu con la multitud de libros, que las riquezas de su discipulo Alexandro le facilitaban. Este mismo Monarca, aunque ocupado continuamente en los proyectos de nuevas conquistas, jamàs se metia en cama sin haver puesto antes à Homero debaxo de la almohada. Platón leía asimismo los libros de los sàbios que le habian precedido. Catón de Utíca llevaba consigo un libro, siempre que iba al Senado, &c.

Era tal la pasion que Plinio el Antiguo tenia por la lectura, que ni aun la mesa era capàz de hacersela dexar, como lo atestigua Plinio el Joven, sobrino suyo, y su hijo adoptivo, por estas palabras: Se leía mientras comia; y me acuerdo que habiendo un amigo suyo hecho repetir al Lector, en cierta ocasion, algunas palabras mal pronunciadas; le dixo mi Tio: ¿no lo habeis entendido bien? A lo qual respondiendo el amigo, que sí; pues ¿por qué, replicó mi Tio, le habeis hecho repetir? nos habeis hecho perder diez línias.

Tal era en los grandes hombres de la antiguedad el amor por la lectura: no tenia, como los sabiondos de nuestro tiempo, aquella presuncion y vanidad de creer que todo lo sabian sin necesitar de las luces de los antiguos, y que se bastan à sí mismos; antes bien, como mas humildes, conocian su necesidad y pobreza, y no se avergonzaban de acudir à otros para participar de sus riquezas, por medio de la lectura. Mas desenredemos las utilidades de este exercicio, para poder mostrar lo razonable de esta pasion.

La primera utilidad que se presenta, y la que buscan la mayor parte de los lectores, es divertir el tiempo quando faltan las ocupaciones, ó las diversiones. Plinio el Joven no hallaba en el tiempo que se retiraba à su casa de campo, diversion mas gustosa que la de entretenerse consigo mismo, y con sus libros. Consideraba este entretenimiento, como el mas digno de un hombre, y como la mejor ocupacion de todas. Yo hablo, escribia à un amigo, conmigo mismo, y con mis libros, &c.

La segunda utilidad apreciable de la lectura, es suspender en el lector el sentimiento de las penas, que ordinariamente acompañan à la vida humana; y se consuela con los muertos, en las pesadumbres que puede recibir de los vivos. Por poco que se reflexïone, se conocerà mui conforme à la naturaleza del Espíritu del hombre; pues siendo mui limitado, no puede ocuparse á un mismo tiempo en muchos objetos; porque el uno le hace olvidar al otro por la distraccion que le ocasiona.

La tercera ventaja de la lectura consiste en procurarnos las luces de aquellos à quienes la distancia de los países no nos permite consultar ni vér. Las obras que los sábios laboriosos dán à la luz pública, se extienden insensiblemente, pasan de un país à otro, y llevan à todas partes las especulaciones ingeniosas de sus Escritores. De aqui nace un comercio de ciencia y de instruccion entre las Naciones. El Inglés lee las obras de los Franceses, y estos leen las de los Ingleses: un país instruye à otro, ó para decirlo mejor, diferentes países se instruyen mutuamente; porque no es lo mismo la obra que un hombre escribe en el silencio de su estudio con el fin de publicarla, que el que habla en una conversación, &c.

Sin embargo de esto convendria mucho que el comercio literario que se vé reynar hoi dia entre los diversos Reynos de la Europa, no se hiciese sino de los libros verdaderamente dignos de la inmortalidad. Pero, lo digo con dolor, los malos libros que debian sepultarse en donde nacen, se extienden entre nosotros mas que los buenos, y son recibidos con mucho aplauso. Esto es efecto de una especie de fanatismo que nos previene en favor de todo quanto nos viene de fuera de Reyno, sea la que se quisiese. Somos deudores de esta infeliz preocupación á la secta filosofica de este siglo, que no cesa de hablar del patriotismo, al mismo tiempos que prostituye sus inciensos al Inglés i al Prusiano, &c.