Anotació

La “bona” seguretat

Imatge

 La reina Isabel II d’Anglaterra llegeix a la Cambra dels Lords el programa legislatiu del Govern amb el seu fill el príncep Carles, etern hereu a la corona, fent cara de circumstàncies assegut al costat. Fotografia: Suzanne Plunkett. (04.06.2014)

 

«Por lo tanto, apartemos con la mayor celeridad posible este detestable cuadro de ingratitud, y presentemos el retrato mucho más agradable de ese tipo de seguridad en uno mismo al que los franceses, muy apropiadamente, añaden el epíteto de «buena». Heartfree acababa de terminar de leer las cartas cuando nuestro héroe se presentó ante él, no con el aspecto con el que un párroco afligido se presenta ante su benefactor tras haberse enfrentado a él en unas elecciones, ni con el de un médico mientras se escabulle de una casa tras ser informado de que su paciente ha muerto; tampoco con el semblante cariacontecido que pone en evidencia al hombre que, tras debatirse en una fuerte lucha entre el vicio y la virtud, sucumbe al primero y es descubierto en esa su primera traición; sino que se presentó ante Heartfree con esa seguridad noble, audaz y grandiosa con la que un primer ministro le dice a su subordinado que el puesto que le había prometido ya ha sido adjudicado.»

«Let us remove, therefore, as fast as we can, this detestable picture of ingratitude, and present the much more agreeable portrait of that assurance to which the French very properly annex the epithet of good. Heartfree had scarce done reading his letters when our hero appeared before his eyes; not with that aspect with which a pitiful parson meets his patron after having opposed him at an election, or which a doctor wears when sneaking away from a door when he is informed of his patient’s death; not with that downcast countenance which betrays the man who, after a strong conflict between virtue and vice, hath surrendered his mind to the latter, and is discovered in his first treachery; but with that noble, bold, great confidence with which a prime minister assures his dependent that the place he promised him was disposed of before.»

 

Henry Fielding (1707-1754), Jonathan Wild (1743). Edición y traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez. Madrid, Cátedra, 2004, p. 176. (Libro segundo, capítulo VIII)